-¿Cómo se ve el fútbol sala desde una silla de ruedas?
-Sentado.
-¿Algo más?
-Se ve de otra manera; un poco puteado porque no puedes demostrar muchas veces los giros o movimientos.
Cerca de cumplir 52 años, Luis Saiz Pla puede levantarse y ponerse en pie con la ayuda de un andador. Pero siempre se mueve en silla de ruedas desde que un accidente de tráfico que él no provocó lo dejó al borde de la muerte el 11 de enero de 2013. Después de dos meses y medio en coma, un día despertó sin recordar lo que le había sucedido. Su calvario continuó cuatro años más por culpa de una gigantesca escara en el sacro: tres años para que se cerrase completamente, cuarenta días y cuarenta noches durmiendo boca abajo y doce meses más para ponerse a funcionar, pero ya sin el glúteo izquierdo.
También el paso por el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo para intentar recuperar la movilidad; nuevamente a un paso de la muerte -un shock hipovolémico por un sangrado masivo- y una gravísima obstrucción intestinal que le fastidió igualmente la recuperación.
Sus hijos Gorja y Sergio, unos pipiolos cuando ocurrió el accidente, fueron un enorme apoyo. «Si no nos tiras con el pie, pues lo haces con la mano y nos sigues entrenando», le soltaron cuando lo vieron en silla de ruedas con 39 años. Las palabras de los pequeños animaron a Luis a hacer el curso de entrenador de fútbol que tenía previsto antes del accidente, pero no fue un camino de rosas. En la federación, recuerda, «todo eran negativas. Me decían que había que pasar unas pruebas físicas y que no era posible. Me recordaba como cuando vas a Hacienda y te mandan de una ventanilla a otra, pero sin darte solución».
Siempre con el respaldo de su mujer, este mecánico de coches y bombero forestal en su otra vida se planteó seriamente denunciar. «¿Por qué a un entrenador le piden pruebas físicas cuando él no tiene que jugar en el campo?», se preguntaba. Finalmente, en la federación retiraron la obligación de superarlas y pudo realizar y aprobar los cursos de entrenador de fútbol y de fútbol sala en la primavera de 2019.

Por esa época, en una reunión de compañeros de curso tomando cervezas, la bombilla se encendió en la cabeza de Luis. «Empezaron a vacilarme con que Cuenca capital no tenía equipos de fútbol sala, porque solamente había una liga no oficial sin interés y no había clubes federados. Entonces se me cruzaron los cables y vaticiné que algún día habría un equipo federado en Cuenca capital». Y recuerda también que salió molesto de ese encuentro, porque «a mi Cuenca nadie la toca ni la insulta, igual que Valencia, donde viví 20 años».
Con la idea rondándole el coco, empezó a localizar gente para crear el club. Entre esos primeros contactos, a Manolo Moya le preguntó qué le parecía. «Por mí, ahora mismo», respondió su mano derecha, «y me dejó claro que se necesitaba una fuerte inversión». Comenzaron a moverse buscando dinero y jugadores ante la sorpresa de muchos, y en julio nació oficialmente VivoCuenca bajo la presidencia de Luis. No les fue nada mal la primera campaña porque el equipo senior creado para jugar en Primera Autonómica, también bajo la batuta de Luis, ascendió de categoría el año del Covid.
Con varios patrocinios y colaboradores, el club suma seis temporadas y cuenta con media docena de equipos en diferentes categorías. El de Tercera división va segundo y con posibilidades de ascender a Segunda B tras tenerlo al alcance de los dedos hace tres años. Pero en este periodo todo no han sido sonrisas. A Luis y a Manolo Moya también les ha tocado poner dinero, alrededor de 20.000 euros, cuando el club ha necesitado ser reflotado.
En sus filas juega su hijo pequeño -Sergio, de 14 años-, pero el mayor -Gorka, de 18-, le da al fútbol en el Conquense como portero. «Cuando creamos el club, Gorka ya jugaba al fútbol. Pero si se dedicara al fútbol sala, sería un porterazo porque te para, te juega con los pies…Y hablo como entrenador, no como padre», aclara Luis.
Además del fútbol sala, su pasión, da charlas a conductores que han perdido puntos, porque el hombre que estuvo a un suspiro de morir en un accidente de tráfico no olvida el 11 de enero de 2013. Ese día volvió a nacer en la carretera.
Sin comentarios