Gene Hackman, que estás en la Audiencia de Toledo: una testigo sorpresa con poca credibilidad

El actor Gene Hackman y su esposa fueron encontrados muertos, en su casa de Santa Fe (Nuevo México), horas antes de que en la Audiencia Provincial de Toledo se celebrase este jueves un juicio en el que se acusaba a Miguel Ángel de intentar matar a Jerónimo, el hijo de su expareja, durante una refriega en un edificio de viviendas de la capital castellanomanchega hace casi dos años. Entre su amplio legado de películas, el legendario intérprete norteamericano dejó un título, ‘Testigo presencial’, en el que una mujer ve el asesinato de su pareja por un mafioso, pero decide ocultarse y no informar a las autoridades.

Salvando las distancias y la gravedad de los hechos, el espíritu de Hackman sobrevoló la sala noble del palacio de Justicia cuando María apareció inesperadamente en escena. Era la testigo sorpresa que la defensa de Miguel Ángel anunció al comienzo de la vista y cuya comparecencia el tribunal aceptó con la oposición de la fiscal y del letrado de la acusación particular.

María, que no aparece en ninguna diligencia de este caso, entró arreglada, con paso lento y contó lo que dice que vio, aunque su testimonio no inspiró mucha credibilidad. Esta vecina de la zona donde ocurrieron los hechos, el 8 de marzo de 2023 en el barrio de Santa María de Benquerencia, relató que paseaba con su perrito cuando vio a Jerónimo coger por detrás a Miguel Ángel y amenazarlo con un cuchillo. «Si no se defiende, Miguel Ángel está enterrado», concluyó la testigo, quien no dio muchos más detalles. En cambio, sí insistió en que padece de ansiedad y que se pone una pastilla debajo de la lengua para combatirla, como hizo aquel día tras ver lo que dijo que presenció.

El presidente del tribunal le advirtió con un «¡Señora, no se lo tome a broma!», porque María había entrado en contradicciones. Pero ella no aclaró cómo se había enterado del juicio y cómo se puso en contacto con el abogado de la defensa. La situación era tan cómica que la fiscal se sumó al disparate: «Si se ha tomado la pastilla, estará tranquila».

El de María fue el epílogo a los testimonios que se oyeron en una sesión en la que Miguel Ángel se jugaba 9 años de prisión, aunque su abogado pidió la libre absolución y deslizó la legítima defensa.

El procesado, en prisión por esta causa a sus 48 años, había entrado en la sede judicial después de caminar unas decenas de metros desde el furgón de la Guardia Civil en el que llegó. En el recorrido, custodiado por dos policías nacionales, oyó un «hijo, te quiero». Era su madre, que esperaba en la calle.

Ante el tribunal, Miguel Ángel vino a decir que Jerónimo se clavó el cuchillo durante la pelea y que él huyó por miedo. Estuvo escondido varios días hasta que se entregó. La víctima, por su parte, podría haber muerto si los médicos no llegan a actuar rápidamente, ya que la hoja del arma empleado alcanzó su pulmón izquierdo.

En la sala se oyó a Jerónimo decir que él aceptó el desafió de pegarse con Miguel Ángel porque «yo soy un hombre» y porque «estaba cansado de que a mi madre la pegara». No obstante, puso una condición: hacerlo a puñetazos, «como hombres» otra vez, porque afirmó que sabía que su oponente siempre llevaba cuchillos. Aseguró también que, durante la lucha, su agresor sacó un machete de entre sus ropas, lo apuñaló sin que él se diera cuenta y que su tía Rosa María, seguidora confesa de la seria de televisión CSI, fue la que trató de separarlos. «Luego me desperté en el hospital días después», añadió el joven, que tenía 26 años entonces.

Jerónimo describió a Miguel Ángel como un hombre celoso que no dejaba libertad a su madre, Milagros, y con el que no tenía una mala relación. «Alguna vez le recriminé algunas marcas en mi madre» y «le pedí que no la pegara», confesó el hijo, quien apuntó a una herencia que su progenitora había recibido meses antes como espita de lo que luego sucedió.

La mañana del 8 de marzo de hace casi dos años algo se pasó por la mente de Miguel Ángel, consumidor de heroína y cocaína, quien vivía con Milagros en una casa en el casco viejo de Toledo. «Yo tenía una relación tóxica con él y no sé qué le pasó ese día. Llamó a mi hijo y le dijo que iba a matarle; que le iba a matar a él y a mí. Cogió un machete y se fue», relató ella.

En una furgoneta a nombre de su padre, recorrió los diez kilómetros de distancia hasta la calle donde Jerónimo residía mientras Milagros enviaba mensajes de WhatsApp a Miguel Ángel, con el que llevaba ocho años conviviendo. «No mates a mi hijo», le rogaba. Un rato después, una sobrina telefoneó a Milagros para informarle de que Jerónimo había sido apuñalado.

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